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Evolución del Diseño Urbano en el S.XX

Evolución del Diseño Urbano en el S.XX

El urbanismo y sus disciplinas (diseño urbano, planificación, arquitectura del paisaje) son relativamente jóvenes, se han profesionalizado en la década del ‘50, a pesar de que los asentamientos humanos han existido durante casi 5000 años. Lo que impulsó la formalización de la profesión fue una enorme necesidad de arquitectos con una visión general más completa para abordar la rápida urbanización y la decadencia de la ciudad. En los países del norte, la revolución industrial del siglo XIX abarrotó la mayoría de las capitales, una situación empeorada por las dos guerras mundiales, que llevaron a estas ciudades ya deterioradas, a un estado de destrucción. Los gobiernos lanzaron extensos programas de renovación urbana en un intento de abordar la provisión de viviendas, la rehabilitación de barrios deteriorados y la construcción de carreteras.

Durante las primeras décadas del siglo XX, estos desarrollos siguieron los principios del CIAM, y sus devotos arquitectos modernistas fueron los encargados de establecer las primeras Escuelas para Graduados en Planificación Urbana, como Harvard y MIT. Con una nueva generación de arquitectos educados bajo los principios del Modernismo, en la década del ‘60 el movimiento se había convertido en un Estilo Internacional, cambiando el horizonte de las ciudades de todo el mundo como Nueva York, Chicago, Berlín; pero la globalización del estilo no había sido la respuesta a la variedad de contextos y necesidades humanas, y la reacción fue un nuevo respeto e interés por el estilo vernacular e histórico.

Entre las muchas contribuciones posmodernistas surgieron diferentes formas de abordar el problema social. Kevin Lynch exploró la idea de cómo las personas entienden la estructura de las ciudades y cómo las usan, concluyó que las personas al experimentar la ciudad notan cinco categorías: distritos, bordes, caminos, nodos y puntos de referencia. Para él, los temas centrales del diseño urbano, como la conectividad, permeabilidad, accesibilidad e integración; son tanto objetivos sociales como condiciones espaciales, que tienen mucho que ver con la forma en que las personas se relacionan. Del mismo modo, las formas físicas: distribuciones y densidades, viviendas, edificios públicos, lugares de trabajo y consumo, sistemas de transporte, el equilibrio entre espacios públicos y privados, la relación de la ciudad con su entorno; son productos de diseños sociales, económicos y políticos para la ciudad. El diseño urbano es entonces una expresión tanto, de estos factores sociales como una expresión de las formas arquitectónicas y los principios estéticos.[1]

Las características espaciales del diseño urbano como: la legibilidad, la permeabilidad, la densidad, el grano urbano, el uso, la conectividad, la diversidad; son todos principios de relación, que se superponen a la relación de las personas con las cosas y la relación de los individuos entre sí[2]. Se hizo relevante hacer un análisis profundo del contexto e identificar estos elementos para comprender la identidad y el carácter de un lugar, no solo desarrollar una estrategia urbana que mejore dichos valores, sino una que ayude a mejorar la conexión entre las personas y su entorno.

Jane Jacobs, una periodista estadounidense, con su libro Muerte y vida de las grandes ciudades (1961), argumentó que los planificadores modernos habían pasado por alto la forma en que las personas usan la ciudad, centrándose más en el enfoque estético que en la solución de problemas urbanos. Ella sugirió que los urbanistas deberían diseñar para promover la diversidad social, y que la clave para lograr un fin social y económico era la densidad urbana y su capacidad de sustentar una variedad de usuarios/usos. Existen tres ejes a considerar en la densidad urbana: Económico (combinación de industrias), Ambiental (usos mixtos de la tierra para reducir las distancias de viaje) y Social (diferentes usuarios en diferentes momentos para dar como resultado calles bien utilizadas y seguridad)[3]. Las teorías de Jacob y Lynch son la base del cambio de paradigma que llevó al urbanismo a donde estamos hoy.

[1] Tonkiss, Cities by Design: The Social Life of Urban Form, 3.

[2] Ibid., 27.

[3] Jacobs, The Death and Life of Great American Cities., 50–51.

Urbanización en Latinoamércia

En los países del sur, durante la década del ‘50, las ciudades sufrieron migraciones internas masivas, de las áreas rurales a las ciudades, debido a la falla del Estado en la provisión de condiciones para el desarrollo agrícola. La relación urbana/rural en América Latina es de 70:30.[1] En Medellín, por ejemplo, la población de 360,000 habitantes en la década del ‘50 se elevó a 2,000,000 en el 2005, con el 50% de la población viviendo en asentamientos informales. Caracas tiene un 90% de urbanización, donde el 60% son habitantes de barrios marginales. La sobrepoblación dio paso a diferentes problemas sociales y de infraestructura.

En América Latina, la naturaleza del crecimiento urbano está vinculada integralmente al ritmo y la forma del desarrollo económico y demográfico. La transformación de región rural a urbana ocurre por una combinación de tasas de mortalidad decrecientes, migración interna, desarrollos económicos y tecnología cambiante. El control de enfermedades como la malaria, la neumonía y la tuberculosis condujo a una disminución de las tasas de mortalidad, la esperanza de vida promedio casi se duplicó, de un promedio de 34 años en 1930 a 65 años a principios de los años ’80 y la fertilidad se mantuvo en un alto nivel.

No se proporcionaron las necesidades básicas de vivienda y servicios porque nunca se reconocieron los asentamientos informales, la política del gobierno paternalista se basó en la idea de proporcionar unidades de vivienda e introducir a las familias afectadas a la ciudad formal, pero el Estado nunca pudo cumplir la promesa. Incluso los países con actitudes sociales más desarrolladas no pudieron hacer frente a la velocidad de la creciente urbanización.

América es considerada el continente con mayores niveles de desigualdad, 44% es pobre y 20% vive en pobreza extrema, 60% de los niños vive bajo la línea de pobreza, 20% de los jóvenes están desempleados, solo 25-50% termina 4to grado, la duración promedio de la escuela es de 5,2 años y solo 1/3 termina la escuela secundaria. Todo esto se traduce en características sociales específicas, con familias incapaces de hacer frente a la falta permanente de recursos, la incertidumbre en torno al trabajo, los ingresos y la vivienda, que conducen a un aumento de las tasas de violencia psicológica y física, así como a altas tasas de criminalidad.[2]

Más de la mitad de la población de muchas ciudades latinoamericanas vive en vecindarios de auto-construcción. El adjetivo «auto-construcción» surge del hecho de que el ocupante ha construido una parte o la totalidad de la vivienda. Durante el período de la posguerra, la mayoría de las familias pobres de América Latina se han acomodado solo a través de sus esfuerzos, este método se convirtió en un elemento esencial de la solución habitacional.[3]

Una casa «adecuada» estaba fuera del alcance de la mayoría de las familias pobres. Dondequiera que el gobierno intentara construir casas para los pobres, solo se lograba acomodar a una minoría. La expansión de la vivienda autoconstruida solo puede explicarse completamente incluyendo tres factores: el desarrollo del transporte masivo, la actitud cambiante del estado hacia los métodos informales de ocupación de la tierra y la creciente capacidad de la mayoría de los gobiernos para proporcionar servicios e infraestructura.

Los planificadores continuaron declarando el desarrollo ilegal de la tierra sin servicio, en la práctica, las autoridades hicieron la vista gorda. En algunas ciudades, los gobiernos incluso permitieron que familias pobres invadieran tierras estatales, como fue el caso de Asunción – Paraguay. El simple hecho fue que la vivienda autoconstruida representaba un medio por el cual los pobres podían ser acomodados a un bajo costo para el estado, que no solo lo toleraba, sino que fomentaba su desarrollo mediante la introducción gradual de servicios e infraestructura. Los grifos de agua, las líneas eléctricas, las escuelas y las clínicas se filtraron lentamente en los suburbios autoconstruidos.

[1] Fractured Cities: Social Exclusion, Urban Violence and Contested Spaces in Latin America, 23.

[2] Kliksberg, Bernardo. 2004. “Examining Myths and Truths in Public Social Policy.:The Latin American Case”. International Review of Administrative Sciences 70 (4): 649

[3] Gilbert, The Latin American City, 80.

Calle no consolidada en Atenas, Bogotá en 1979 (arriba). La misma calle 13 años después (abajo).

La choza es el primer intento de una familia para alojarse y generalmente se levanta durante el primer día de la invasión de tierras. Ciertamente, algunos refugios no se ven mucho mejor algunos años después, aunque este es el caso en los asentamientos que están siendo hostigados por las autoridades o por peligros ambientales, como las inundaciones. Una vez que los colonos saben que serán dejados tranquilos, comienzan a consolidarse. La oferta de electricidad o agua, la eliminación de una barrera policial será suficiente. Los propietarios pasarán su tiempo libre construyendo el hogar permanente. Si no tienen los conocimientos necesarios, buscarán asesoramiento y ayuda de los vecinos.

Para hacer frente a la provisión del servicio, inicialmente, una comunidad puede robar lo que necesita. Acoplarse a las líneas de agua potable es una práctica habitual y conectar un transformador a la red eléctrica es una tarea fácil para un electricista local.[1]

A los políticos no les gustaba que sus ciudades desarrollaran lo que consideraban una forma de cáncer social, para ellos los asentamientos eran claramente barrios marginales, habitados por campesinos ignorantes, recién llegados y en número excesivo. Los planificadores estaban consternados por la falta de infraestructura y métodos constructivos básicos y los académicos vieron esto como una señal de que la gente se mudaba a la ciudad antes de que hubiera suficientes oportunidades de trabajo. Tales actitudes negativas nunca desaparecieron, pero los políticos comenzaron a darse cuenta de que los pobres votan y que había un electorado potencial en los asentamientos ilegales. Como el gobierno no podía construir suficientes casas, no había otra opción más que permitirles que se alojaran ellos mismos.

Los resultados del esfuerzo de los pobres en la arquitectura fueron impresionantes. El diseño de la vivienda era rudimentario, pero funcionaba y respondía a sus necesidades, a menudo se ajustaban mejor a los requisitos de sus familias que las casas diseñadas por profesionales. Extendieron sus hogares cuando necesitaban más espacio y construyeron espacios que los ayudaban a mantener sus ingresos, como una tienda en el frente o un taller al costado.

 

Como resultado de estudiar estos esfuerzos, un grupo de arquitectos que incluía a Charles Abrams, William Margin y John Turner comenzaron a argumentar que la vivienda autoconstruida era una estrategia que funcionaba. Según esta teoría, los gobiernos deberían permitir que los pobres construyan sus propios hogares y los asistan realizando los trabajos que solo se pueden realizar a gran escala, como la construcción de carreteras, el suministro de agua y electricidad, el suministro de escuelas y centros de salud.[2]

[1] Ibid., 81–90

[2] Ibid., 96–98.

by Ma/Arq. Paola Arias

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